Feminismo
para principiantes .El
feminismo es un impertinente por que cuestiona el orden establecido desde que
nació, y ellas, las impertinentes del siglo XVIII terminaron en la guillotina
mientras que ellos pensaban que las libertades y los derechos sólo correspondían
a los varones (Nuria Varela)
Fuente: Nuria Varela; Feminismo para Principiantes, Ediciones
B. Barcelona España
Subió a conferencia el 17 de Mayo del 2005
1
¿QUÉ ES EL FEMINISMO?
La metáfora de las gafas violetas
Me declaro en contra de todo poder
cimentado
en prejuicios aunque sean antiguos.
MARY WOLLSTONECRAFT
El feminismo es un impertinente ‑como llama
¿Por qué? Porque el feminismo cuestiona el orden establecido.
Y el orden establecido está muy bien establecido para quienes lo establecieron,
es decir, para quienes se benefician de él.
El feminismo fue muy
impertinente cuando nació. Corría el siglo XVIII y los revolucionarios a
ilustrados franceses ‑ también las
francesas ‑, comenzaban a defender las ideas de «igualdad,
libertad y fraternidad». Por primera vez en la historia, cuestionaban
políticamente los privilegios de cuna y aparecía el principio de igualdad. Sin
embargo, ellas, las que defendieron que esos derechos incluían a todos los
seres humanos ‑ también a las humanas ‑, terminaron en la
guillotina mientras que ellos siguieron pensando que el nuevo orden establecido significaba que las libertades y los
derechos sólo correspondían a los varones. Todas las libertades y todos los
derechos (políticos, sociales, económicos...). Así, aunque existen precedentes
feministas antes del siglo XVIII, podemos establecer que, como dice Amelia
Valcárcel, «el feminismo es un hijo no querido de la Ilustración»[1]. Es en ese momento cuando
se comienzan a hacer las preguntas impertinentes: ¿Por qué están excluidas las
mujeres? ¿Por qué los derechos sólo corresponden a la mitad del mundo, a los
varones? ¿Dónde está el origen de esta discriminación? ¿Qué podemos hacer para
combatirla? Preguntas que no hemos dejado de hacer.
El feminismo es un discurso político que se basa en la
justicia. El feminismo es una teoría y práctica política articulada por mujeres
que tras analizar la realidad en la que viven toman conciencia de las
discriminaciones que sufren por la única razón de ser mujeres y deciden
organizarse para acabar con ellas, para cambiar la sociedad. Partiendo de esa
realidad, el feminismo se articula como filosofía política y, al mismo tiempo,
como movimiento social. Con tres siglos de historia a sus espaldas, ha habido
épocas en las que ha sido más teoría política y otras, como el sufragismo,
donde el énfasis estuvo puesto en el movimiento social.
Pero además de impertinente, o precisamente por serlo, el
feminismo es un desconocido. «Del feminismo siempre se dice que es recién
nacido y que ya está muerto», dice Amelia Valcárcel.Ambas cuestiones son
falsas. El trabajo feminista de los últimos años ha proporcionado material
suficiente como para rastrear la historia escondida y silenciada y recuperar
los textos y las aportaciones del feminismo durante todo este tiempo.
Ha sido tan beligerante el ocultamiento del trabajo feminista
a lo largo de la historia que sabemos que este libro, con el paso del tiempo,
se quedará viejo no sólo por las nuevas aportaciones, cambios, éxitos sociales
o nuevas corrientes que irán apareciendo, sino porque el trabajo de
recuperación de nuestra historia añadirá a la genealogía del feminismo nombres,
acciones y textos desconocidos hasta ahora.
Sobre la segunda afirmación, que «ya está muerto», mucho nos
tememos que corresponde más a un deseo de quienes lo dicen que a una realidad.
Todo lo contrario. A estas alturas de la historia lo que parece incorrecto es
hablar de feminismo y no de feminismos, en plural, haciendo así hincapié en las
diferentes corrientes que surgen en todo el mundo. De hecho, podemos hablar de
sufragismo y feminismo de la igualdad o de la diferencia, pero también de
ecofeminismo, feminismo institucional, ciberfeminismo..., y podríamos
detenernos tanto en el feminismo latinoamericano como en el africano, en el
asiático o en el afroamericano. Como se cantaba en las revoluciones
centroamericanas del siglo XX: «Porque esto ya comenzó y nadie lo va a parar. »
Y es que uno de los perfiles que diferencian al feminismo de otras corrientes
de pensamiento político es que está constituido por el hacer y pensar de
millones de mujeres que se agrupan o van por libre y están diseminadas por todo
el mundo. El feminismo es un movimiento no dirigido y escasamente, por no decir
nada, jerarquizado.
Además de ser una teoría política y una práctica social, el
feminismo es mucho más[2]. El discurso, la reflexión
y la práctica feminista conllevan también una ética y una forma de estar el
mundo. La toma de conciencia feminista cambia, inevitablemente, la vida de cada
una de las mujeres que se acercan a él.
Como dice Viviana Erazo: «Para millones de mujeres [el
feminismo] ha sido una conmoción intransferible desde la propia biografía y
circunstancias, y para la humanidad, la más grande contribución colectiva de
las mujeres. Removió conciencias, replanteó individualidades y revolucionó,
sobre todo en ellas, una manera de estar en el mundo[3].»
Ángeles Mastretta explica esta aventura personal con trasfondo
poético en su libro El cielo de los leones: «Las puertas que bajan del cielo se
abren sólo por dentro. Para cruzarlas, es necesario haber ido antes al otro
lado con la imaginación y los deseos. [...] Una buena dosis de la esencia de
este valor imprescindible tiene que ver, aunque no lo sepa o no quiera
aceptarlo un grupo grande de mujeres, con las teorías y la práctica de una
corriente del pensamiento y de la acción política que se llama feminismo. Saber
estar a solas con la parte de nosotros que nos conoce voces que nunca imaginamos,
sueños que nunca aceptamos, paz que nunca llega, es un privilegio de la estirpe
de los milagros. Yo creo que ese privilegio, a mí y a otras mujeres, nos los
dio el feminismo que corría por el aire en los primeros años setenta. Al igual
que nos dio la posibilidad y las fuerzas para saber estar con otros sin perder
la índole de nuestras convicciones.
Entonces, como ahora, yo quería ir al paraíso del amor y sus
desfalcos, pero también quería volver de ahí dueña de mí, de mis pies y mis
brazos, mi desafuero y mi cabeza. Y pocos de esos deseos hubieran sido posibles
sin la voz, terca y generosa, del feminismo. No sólo de su existencia, sino de
su complicidad y de su apoyo[4].»
La disputa sobre el feminismo comienza con su propia
definición. Por un lado, como dice Victoria Sau: «Atareadas en hacer feminismo,
las mujeres feministas no se han preocupado demasiado en definirlo. »[5] Y por otro lado, sabido es
que quien tiene el poder es quien da nombre a las cosas. Por ello, el feminismo
desde sus orígenes ha ido acuñando nuevos términos que histórica y
sistemáticamente han sido rechazados por la «autoridad», por el «poder», en
este caso, por
Siguiendo a Victoria Sau, «el feminismo es un movimiento
social y político que se inicia formalmente a finales del siglo XVIII y que
supone la toma de conciencia de las mujeres como grupo o colectivo humano, de
la opresión, dominación, y explotación de que han sido y son objeto por parte
del colectivo de varones en el seno del, patriarcado bajo sus distintas fases
históricas de modelo de producción, lo cual las mueve a la acción para la
liberación de su sexo con todas las transformaciones de la sociedad que aquélla
requiera».[6]
En la definición se hace hincapié en el primer paso para
entrar en el feminismo: «la toma de conciencia». Imposible.solucionar un
problema si antes éste no se reconoce. De hecho, para Ana de Miguel «como ponen
de relieve las recientes historias de las mujeres, éstas han tenido casi
siempre un importante protagonismo en las revueltas y movimientos sociales. Sin
embargo, si la participación de las mujeres no es consciente de la
discriminación sexual, no puede considerarse feminista»[7] Por eso nos gusta utilizar
la metáfora de las gafas violetas que ya dejó por escrito Gemma Lienas en su
libro El diario violeta de Carlota,[8]
un estupendo manual para jóvenes.
El violeta es el color del feminismo. Nadie sabe muy bien por
qué. La leyenda cuenta que se adoptó en honor a las 129 mujeres que murieron en
una fábrica textil de Estados Unidos en 1908 cuando el empresario, ante la
huelga de las trabajadoras, prendió fuego a la empresa con todas las mujeres
dentro. Ésta es la versión más aceptada sobre los orígenes de la celebración
del 8 de marzo como Día Internacional de las Mujeres. En esa misma leyenda se
relata que las telas sobre las que estaban trabajando las obreras eran de color
violeta. Las más poéticas aseguran que era el humo que salía de la fábrica, y
se podía ver a kilómetros de distancia, el que tenía ese color. El incendio de
la fábrica textil Cotton de Nueva York y el color de las telas forman parte de
la mitología del feminismo más que de su historia, pero tanto el color como la
fecha son compartidos por las feministas de todo el mundo.
Dice
Supone saber que, según Naciones Unidas, una de cada tres
mujeres en el mundo ha padecido malos tratos o abusos y que en España son más
de un centenar las mujeres asesinadas cada año por sus compañeros, maridos,
novios o amantes. Supone, en definitiva, ser conscientes de que nos han robado
nuestros derechos y debemos afanarnos en recuperarlos si queremos vivir con
dignidad y libertad al tiempo que construimos una sociedad justa y realmente
democrática.
Es tener conciencia de género, eso que a veces parece una
condena porque te obliga a estar en una batalla continua pero consigue que
entiendas por qué ocurren las cosas y te da fuerza para vivir cada día. Porque
el feminismo hace sentir el aliento de nuestras abuelas, que son todas las
mujeres que desde el origen de la historia han pensado, dicho y escrito
libremente, en contra del poder establecido y a costa, muchas veces, de jugarse
la vida y, casi siempre, de perder la «reputación». De todas las mujeres que
con su hacer han abierto los caminos por los que hoy transitamos y a las que
estamos profundamente agradecidas.
En eso consiste la capacidad emancipadora del feminismo. El
feminismo es como un motor que va transformado las relaciones entre los hombres
y las mujeres y su impacto se deja sentir en todas las áreas del conocimiento.
El feminismo es capaz de percibir las «trampas» de los discursos que adrede
confunden lo masculino con lo universal, como explica Mary Nash. Ésa es la
revolución feminista. No es una teoría más. El feminismo es una conciencia
crítica que resalta las tensiones y contradicciones que encierran esos
discursos.
Asegura Amelia Valcárcel que el feminismo «compromete
demasiadas expectativas y demasiadas voluntades operantes. Incide en todas las
instancias y temas relevantes, desde los procesos productivos a los retos
medioambientales. Es una transvaloración de tal calibre que no podemos conocer
todas sus consecuencias, cada uno de sus efectos puntuales, ya sea la baja tasa
de natalidad, la despenalización social de la homofilia, la transformación
industrial, la organización del trabajo...». Y añade: «Nada nos han regalado y
nada les debemos. [...] Ya que hemos llegado a divisar primero, y a pisar
después, la piel de la libertad, no nos vamos[9]. »
Ése es el espíritu del feminismo: una teoría de la justicia
que ha ido cambiando el mundo y trabaja día a día para conseguir que los seres
humanos sean lo que quieran ser y vivan como quieran vivir, sin un destino
marcado por el sexo con el que hayan nacido. « Educar seres humanos valientes,
dueños de su destino, tendría que ser la búsqueda y el propósito primero de
nuestra sociedad. Pero no siempre lo es. Empeñarse en la formación de mujeres
cuyo privilegio, al parejo del de los hombres, sea no temerle a la vida y por lo
mismo, estar siempre dispuestas a comprenderla y aceptarla con entereza es un
anhelo esencial.
Creo que este anhelo estuvo y sigue estando en el corazón del
feminismo. No sólo como una teoría que busca mujeres audaces, sino como una
práctica que pretende de los hombres el fundamental acto de valor que hay en
aceptar a las mujeres como seres humanos libres, dueñas de su destino, aptas
para ganarse la vida y para gozarla sin que su condición sexual se lo impida[10].
El feminismo es la linterna que muestra las sombras de todas
las grandes ideas gestadas y desarrolladas sin las mujeres y en ocasiones a
costa de ellas: democracia, desarrollo económico, bienestar, justicia, familia,
religión...
Las feministas empuñamos esa linterna con orgullo por ser la
herencia de millones de mujeres que partiendo de la sumisión forzada y mientras
eran atacadas, ridiculizadas y vilipendiadas, supieron construir una cultura,
una ética y una ideología nuevas y revolucionarias para enriquecer y
democratizar el mundo.
La llevamos con orgullo porque su luz es la justicia que
ilumina las habitaciones oscurecidas por la intolerancia, los prejuicios y los
abusos. La llevamos con orgullo porque su luz nos da la libertad y la dignidad
que hace ya demasiado tiempo nos robaron en detrimento de un mundo que sin
nosotras no puede considerarse humano.
[1]VALCÁRCEL, Amelia, La memoria colectiva y los retos del
feminismo, Naciones Unidas, Santiago de Chile, 2001, pág. 8.
[2] El feminismo, por supuesto, no tiene nada que ver con el machismo. Ver capítulo 14, <<Prejuicios y tópicos>>
[3] 3. ERAZO, Viviana, «Feminismos fin de siglo, una herencia sin testamento», Fempress
[4] MASTRETTA, Ángeles, El cielo de los leones, Seix Barral, Barcelona, 2004, págs. 51‑53.
[5] SAU, Victoria, Diccionario ideológico feminista, vol. I, Icaria, Barcelona, 2000, pág.121.
[6] Ibídem
[7] DE MIGUEL, Ana, «Feminismos», en AMORÓS, Celia (dir.), 10 palabras clave sobre mujer, Editorial Verbo divino, Navarra, 4ª ed., 2002, pág. 217.
[8] LIENAS, Gemma, El diario violeta de Carlota, Alba Editorial, Barcelona 2001
[9] VALCÁRCEL, Amelia, Rebeldes. Hacia la paridad, Plaza & Janés, Barcelona, 2000, págs. 164 y 166.
[10] MASTRETTA, Ángeles,
op. cit., pág. 54.