Feminismo para principiantes. El poder: iguales ¿o quizá no?. La igualdad
formal, legal, no garantizó la igualdad real. Así que el feminismo y el
movimiento de mujeres han ido creando nuevas estrategias y herramientas para
caminar hacia esa sociedad democrática que anuncian las constituciones y
denuncia la vida cotidiana. (Nuria Varela)
Fuente: Feminismo para
principiantes. Ediciones B, S.A., 2005, Barcelona (España), 1ª edición marzo
2005; Nuria Varela.
Subió a conferencia el 26 de Julio
del 2005
7
EL PODER
Iguales ¿o quizá no?
El poder resultante de un abuso de
poder,
nunca es para siempre.
VICTORIA SAU
<< ¿QUÉ ES LO QUE NO HA IDO
BIEN?>>
Explica el poeta irlandés Robert
Graves que en el Olimpo había doce divinidades: seis diosas y seis dioses, que
representaban los Estados de
Lo cierto es que, desde entonces, en
el entorno divino las cosas fueron realmente mal y en el terrenal, lo que no ha ido bien han sido las
razones o sinrazones de nuestro pasado que han ido mutando hasta las razones o
sinrazones de nuestro presente. En el largo camino hacia la igualdad ha habido
que saltar más obstáculos de los previstos. La igualdad formal, legal, no
garantizó la igualdad real. Así que el feminismo y el movimiento de mujeres han
ido creando nuevas estrategias y herramientas para caminar hacia esa sociedad
democrática que anuncian las constituciones y denuncia la vida cotidiana.
La democracia no ha satisfecho las
expectativas de las mujeres porque en la práctica política, ampararse
confiadamente en la justicia o disfrutar sin represiones de la libertad o la
igualdad es una utopía para millones de ciudadanas. Qué entendemos por
justicia, hasta dónde alcanza nuestra libertad, a quiénes aceptamos como iguales
son los fundamentos sobre los cuales las teorías políticas construyen el modelo
social.[2]
El patriarcado ha mantenido a las
mujeres apartadas del poder. El poder no se tiene, se ejerce: no es una esencia
o una sustancia, es una red de relaciones. El poder nunca es de los individuos,
sino de los grupos. Desde esta perspectiva, el patriarcado no es otra cosa que
un sistema de pactos interclasistas entre los varones. Y el espacio natural
donde se realizan los pactos patriarcales es la política.[3]
La igualdad formal no es la igualdad
real y la neutralidad del sistema es sólo una farsa. Ya lo decía Emilia Pardo
Bazán cuando pretendía entrar en
Pero cuando se eliminaron las trabas
legales y las leyes de las democracias recogieron la no discriminación por
razón de sexo, las mujeres tampoco accedieron ‑ni acceden ‑ al poder
en la proporción que por su formación y esfuerzos sería razonable. La farsa de
la neutralidad oculta las razones. En realidad, las mujeres no llegan a los
centros de poder porque el sistema de selección previo aún prima a los varones.
Los mecanismos de exclusión se mantienen con la perversión de que son más
sutiles, por lo tanto, más difíciles de combatir.
Ante estas sutilezas - que como se verá con cifras tienen resultados de
proporciones escandalosas ‑, se han implantado progresivamente medidas
de acción positiva ‑también llamadas de discriminación positiva, sistemas
de cuotas y exigencias de paridad. Medidas sólo posibles en las democracias
porque aunque éstas no han satisfecho las expectativas de las mujeres, en los
sistemas autoritarios la situación es aún peor. Para las mujeres, las
restricciones de libertad general son especialmente dañinas. En aquellos
lugares donde se recortan las libertades, las primeras en desaparecer son las
de las mujeres. Así como sufren doblemente allí donde se instala la violencia.
Por ejemplo, en países como Arabia Saudita la población general tiene
restringidas sus libertades pero para las mujeres las prohibiciones van desde
no poder trabajar a no poder conducir, desde no poder abortar hasta no poder
salir del país libremente. En los conflictos armados, además de ser víctimas de
guerra también lo son de abusos sexuales y violaciones. En medio mundo, las
mujeres violadas son posteriormente asesinadas por sus propias familias por el
«deshonor» que suponen.
ACCIONES
POSITIVAS Y CUOTAS
Las acciones positivas desarrollan
el principio de igualdad y la igualdad está en su fundamento. La acción
positiva consiste en establecer medidas temporales que corrijan las situaciones
desequilibradas como consecuencia de prácticas o sistemas sociales
discriminatorios.[4]
El objetivo de estas medidas es eliminar barreras y facilitar la participación
de las mujeres. La base filosófica es sencilla: tratar de manera desigual lo
que es desigual para conseguir un equilibrio. Consiste en lograr que todo el
mundo parta de la misma línea de salida, luego, cada cual que llegue hasta
donde le permitan sus posibilidades. Las medidas de acción positiva nacieron en
Estados Unidos en los años sesenta y se utilizan con las minorías o los
colectivos sociales excluidos.
Las acciones positivas se pueden
aplicar a cualquier ámbito de la vida pero su campo de actuación se ha
centrado prioritariamente en tres grandes áreas: laboral, educativa y participación
política. En Europa y América Latina, el término quedó fijado para combatir las
discriminaciones contra las mujeres. Así, según la definición del Comité para
la igualdad entre hombres y mujeres del Consejo de Europa, por acción positiva
se entiende «una estrategia destinada a establecer la igualdad de oportunidades
por medio de unas medidas temporales que permitan contrastar o corregir
aquellas discriminaciones que son el resultado de prácticas o de sistemas sociales».
Por lo tanto, una acción positiva tiende a corregir las desigualdades de hecho
y, como se refleja en el decreto ‑ley que las aprobó en Estados Unidos en
los años sesenta, «lejos de comprometer el principio de la igualdad, constituye
una parte esencial del programa para llevar a cabo este principio».[5]
En España, las medidas de acción
positiva están amparadas constitucionalmente. El artículo 9.2 de
En el ámbito de la política, la
filosofía de las acciones positivas dio paso a los sistemas de cuotas. Se
trata de una nueva herramienta dentro de los partidos políticos y las listas
electorales. Fue el PSC ‑Partido Socialista de Cataluña ‑ quien
primero introdujo las cuotas en el Estado español. Era el año 1982 y las
mujeres consiguieron un modesto 12 %. El porcentaje era mínimo, pero el éxito
enorme puesto que iniciaron un camino que ha llevado a la paridad. En 1987, el
PSOE establecía la cuota femenina del 25 % en las listas electorales que fue
gradualmente ampliada al 30 y al 40%.
En noviembre de 2001, el PSOE
presentó una propuesta de ley para modificar
Por su parte, en junio de 2002, los
gobiernos socialistas de Baleares y Castilla ‑
¿Por qué son necesarias las cuotas?
La mejor respuesta es el siguiente gráfico.
PORCENTAJE DE MUJERES EN EL CONGRESO Y EL SENADO, 1977‑2004
AÑO |
% DE MUJRES EN EL COGRESO |
% DE MUJERES EN EL SENADO |
1977 |
6 |
1,9 |
1979 |
5,4 |
2,9 |
1982 |
4,9 |
3,4 |
1986 |
6,6 |
5,3 |
1989 |
12,5 |
12,0 |
1993 |
15,7 |
13,4 |
1996 |
22 |
14,8 |
2000 |
28,3 |
24,3 |
2004 |
36,3 |
25,1 |
LA PARIDAD, PRINCIPIO DEMOCRÁTICO
BÁSICO
La paridad es, actualmente ‑debido
al déficit de representación y de poder que aún soportan las mujeres ‑,
una condición para que la democracia merezca ese nombre, exactamente igual
que, para serlo, la democracia necesita separación de poderes o sufragio
universal. Tres ejemplos, tres fotografías que ilustran los déficits de
representatividad:
La primera se hizo el 6 de
septiembre de 2000 y apareció publicada al día siguiente en los periódicos de
medio mundo. Era
Segunda foto. Fue portada de los
periódicos europeos el 2 de mayo de 2004. El titular de todos ellos, más o
menos, decía así: Europa celebra el nacimiento de una gran potencia unificada.
Los jefes de gobierno de
Tercera foto: Se publicó apenas seis
días después de la ampliación europea. En este caso se trataba de Marruecos y
la foto era mucho menos numerosa pero aún tenía más poder simbólico. Se trataba
de la foto oficial difundida por el palacio real de Marruecos del rey Mohamed
VI con su hijo Mulay el Hassan con motivo del primer cumpleaños del príncipe
heredero. Sólo ellos dos en la foto, ni rastro de la madre del príncipe
heredero. Un poder masculino que se perpetuará, si nada lo impide, en otro poder masculino.
El término paridad nombra una
representación igual de las mujeres y de los hombres en las instituciones
electas. En la práctica, se ha formulado en que ninguno de los dos sexos esté
representado ni por encima del 60% ni por debajo del 40%. La desigualdad de los
sexos en la representación cuestiona los fundamentos de la democracia
representativa; la paridad debería contribuir a refundar un sistema
democrático que es todavía deficiente, ya que no ha podido integrar a la mitad
de los ciudadanos, esto es, a las ciudadanas.
La noción de paridad nace
políticamente en Europa. La expresión <<democracia paritaria>> se
lanza en un coloquio organizado en 1989 en Estrasburgo por el Consejo de
Europa en el que la igualdad entre hombres y mujeres se plantea como una
cuestión política. Pero fue en 1992 cuando la paridad quedó fijada. A petición
de
LAS TRAMPAS DE
LOS POLÍTICOS
La paridad no es el final del
camino. Todo lo contrario: es el comienzo. Tan sólo consigue que las reglas del
juego democrático sean más justas. Pero el patriarcado continúa haciendo
trampas. El problema es que la cuota femenina está gestionada por los líderes
de los partidos. Ésta ha sido la causa principal de su devaluación. Las mujeres
son elegidas, cooptadas, pero hasta la fecha, los liderazgos femeninos en
política son auténticas excepciones. En la mayoría de los países, las
presidentas o números uno de los partidos, son hijas de, viudas de o hermanas de. En España, la excepción ha sido
Dolores Ibárruri, Pasionaria.
En la historia democrática de este
país, sólo tres mujeres han disfrutado durante seis legislaturas del acta de
diputadas. Otra excepción. El 60% de ellas sólo permanecen una legislatura en
su escaño. Según han aumentado las cuotas de representación femenina ha
disminuido el tiempo que las mujeres permanecen en sus cargos. Las tres
políticas son Ana Balletbó, y Carmen del Campo Casasús por el Partido
Socialista y Celia Villalobos por el Partido Popular.
En 1982, Soledad Becerril es nombrada
ministra de Cultura en el gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo. Será la primera
mujer ministra de la democracia. Tras las elecciones del año 2000, ambas
cámaras están presididas por mujeres del Partido Popular, Luisa Fernanda Rudi
en el Congreso y Esperanza Aguirre en el Senado.
El primer gobierno de José Luis
Rodríguez Zapatero, formado tras las elecciones de marzo de 2004, es el primer
gobierno paritario... supuestamente. En realidad, es el primer consejo de
ministros paritario ya que quedó configurado con un espléndido
«La paridad implica consolidación
del poder. Sin consolidación, se queda en una cuestión simplemente
representativa. El fin de la paridad es un cambio de actitudes y valores respecto
a la distribución social de los sexos. Si al final la paridad va a consistir en
que seguimos perpetuando los estereotipos, la hemos vaciado de contenido»,
explica Alicia Miyares, autora del estudio Paridad
y consolidación del poder de las mujeres.[6] Tras el análisis de los
datos obtenidos, Miyares asegura que «cuando no existía la discriminación
positiva, las poquísimas mujeres que había en el Congreso tenían un cierto
poder orgánico y respaldo del partido. Cuando se amplía el número es cuando
las mujeres comienzan a desfilar, es decir, son más fáciles de quitar».
Según los resultados del estudio de
Miyares, el promedio de años que los varones están en el Congreso es de dos
legislaturas completas. Por el contrario, las mujeres no llegan a una y media.
Aún más significativo es que el 20 % de los varones permanecen tres o más
legislaturas en sus escaños, mientras que sólo lo consiguen el 2,8 % de las
mujeres.
Subraya Miyares cómo a partir de la
legislatura 1989‑1993, cuando comienzan a implantarse las cuotas, según
aumenta la presencia femenina disminuye el tiempo de permanencia de las mujeres
en sus puestos. Es una de las trampas que se le hacen a la paridad. Parece que
los varones son insustituibles y las mujeres, intercambiables.
Los porcentajes masculinos, un 20 %
de varones conservan sus escaños alrededor de 12 años, permiten establecer pactos
incluso entre distintos partidos políticos: es habitual que ex ministros o
varones que han disfrutado de diferentes puestos de responsabilidad se vean
impulsados en sus ambiciones. Un ejemplo es el de Rodrigo Rato, responsable del
Fondo Monetario Internacional, con el apoyo tanto de su partido (PP) como del
gobierno socialista; o en su momento, Javier Solana. Un 2,8 % de diputadas
impide cualquier tipo de pacto o capacidad para designar a mujeres para
cualquier instancia representativa.
AUTORIDAD NO ES
SINÓNIMO DE PODER
El feminismo celebró y se felicitó
por el primer gobierno paritario de
la historia. Fue otra victoria, importante y tremendamente simbólica. Un punto
de partida sobre el que construir una realidad política nueva porque la
igualdad necesita un nuevo discurso de poder, nuevas teorías que permitan la
construcción de estructuras socio‑económicas, culturales y simbólicas
diferentes. Pero el feminismo tiene muy en cuenta el concepto de autoridad, que
no entiende como sinónimo de poder.
Las puntualizaciones, no por obvias,
dejan de ser importantes. Así, se advierte que el concepto de igualdad no es
todo lo contrario de diferencia. Lo contrario a igualdad es desigualdad. Por
lo tanto, cuando las feministas reclaman
la igualdad lo hacen en el sentido de
equivalencia. Todos y todas iguales en derechos equivalentes, no idénticos‑idénticas.
Lo que quiere decir que no se exige la igualdad para ser iguales a los varones,
en el sentido de ser idénticas a ellos y ejercer el poder o interpretar los
cargos imitándolos. Se exige la igualdad para acceder a la libertad de ejercer
los derechos, los cargos, los puestos... conforme al criterio de cada una.
Desde el feminismo también se
explica que tener un cargo no significa tener poder y que el poder se construye
en grupo. Cuando las mujeres salieron de la clausura familiar, se reunieron,
se encontraron y se comunicaron, empezó a circular la autoridad entre ellas. La
autoridad, para el feminismo, tiene que ver con el respeto, con el prestigio,
con el reconocimiento de las mujeres como creadoras de cultura y pensamiento.
«Todo empieza cuando una mujer habla a otra mujer.» Así terminaron las
jornadas 20 años de Feminismo en Cataluña celebradas en 1996, con esta frase
de Mireia Bofill.
Uno de los mayores empeños del
patriarcado ha sido el aislamiento de las mujeres. Cada una en su ámbito
privado, en su entorno familiar, sin compartir sus experiencias con otras
mujeres. Cuando las mujeres comenzaron a hablar, también comenzaron a
escucharse, organizarse y autorizarse. Fue un camino paralelo al final del
enfrentamiento entre las mujeres, otro empeño patriarcal. Con las mujeres
peleándose entre ellas, desautorizándose, no habría oposición a su poder. Respetarse,
darse crédito unas a otras y trabajar juntas es la fórmula más eficaz para
acabar con el dominio patriarcal, y de paso, mejorar la autoestima como
colectivo y como personas. Una fórmula que, además, tiene traducción política.
PACTOS ENTRE MUJERES
La constitución de las mujeres en
sujeto político pasa por la lucha reivindicativa y ésta ha encontrado la
fórmula más eficaz y adecuada en los pactos entre mujeres. Si las mujeres no
han constituido una fuerza política ni han ejercido poder relevante en el
espacio público ha sido justamente por su dispersión atomizada en los espacios
privados. No es inocente ni banal la idea de que una reunión exclusiva de
mujeres haya sido siempre estigmatizada hasta en el lenguaje cotidiano:
aquelarre, «¿estáis solas? Ante un grupo de media docena de mujeres‑,reunión
de ovejas...
La conciencia femenina de su
sometimiento dentro de la estructura patriarcal y la revuelta ante el mismo
recibe un nombre inicial: sororidad. Un concepto que, como indica su raíz etimológica
«sor», hace alusión a la hermana, a la hermandad de las mujeres en la
conciencia y el rechazo del papel que les ha tocado jugar en el guión
patriarcal. Explica Luisa Posada que es el reverso de la fraternidad como
hermandad de los varones, los hermanos. La sororidad como relación interpersonal
es al menos tan antigua como la fraternidad, pero no se retoma políticamente
hasta la tercera ola del feminismo. En los años setenta del siglo XX es cuando
se insiste en la opresión común sufrida por todas las mujeres, más allá de las
diferencias de clase, raza, religión o cultura. Todas las mujeres eran hermanas
bajo una misma dominación y una esperanza de lucha.[7]
La sororidad, plasmada en la acción
y en la participación políticas, ha sido el fermento de los pactos entre
mujeres hoy posibles. El feminismo tiene clara la idea de que «el poder de una
mujer individual está condicionado al de las mujeres como genérico».[8]
La experiencia real más exitosa de
los pactos es la vivida por el feminismo político noruego, que se saltó las
diferencias ideológicas: <<Trabajad juntas, desde las comunistas a la
izquierda, hasta las conservadoras a la derecha, para que podamos conseguir
ese 50 % al que tenemos derecho>>, pedía Berit Äs ya en 1990 explicando
que la democracia no puede funcionar a menos que haya ese cincuenta por ciento
de mujeres en todas partes. Con su experiencia, demostraron no sólo que el
pacto es posible, sino que la participación política de las mujeres en un
número elevado puede conseguir evitar el fenómeno de contagio. Cuando las
mujeres acceden a cotas de poder de una en una, en la mayoría de los casos
lo único que hacen es imitar el modelo
existente, el masculino, una sola persona no puede cambiar las reglas del
juego. Las noruegas insistieron en que no se trataba de entrar, sin más, en las
esferas del poder patriarcal. Ellas lo hicieron desde la perspectiva y la
apuesta feminista. Tenían claro que el enemigo es el patriarcado y su mejor
herramienta fue crear una cultura de la solidaridad entre generaciones y entre
mujeres y hombres.[9]
LOS DERECHOS DE
LOS HUMANOS Y DE LAS HUMANAS
Otro instrumento político que ha
tenido que ser repensado y reelaborado por el feminismo ha sido
Así, a la vista de las múltiples
violaciones de los derechos humanos de las mujeres,
Transformar el concepto de derechos
humanos desde una perspectiva feminista pasa por una afirmación tan obvia como
utópica todavía: los derechos de las mujeres son derechos humanos. Y con esta
afirmación, por un lado, se aclara que los derechos formulados en masculino han
de ser extensivos a las mujeres y, por otro, se señalan los derechos
específicos de las mujeres; los derechos sexuales y reproductivos. Son éstos
los aspectos donde más se vulneran los derechos de las mujeres: los abusos que
surgen específicamente en relación con el sexo, como la esclavitud sexual
femenina, la violencia contra las mujeres, los crímenes <<de honor>> o los
«crímenes familiares tales como el
matrimonio obligado o la mutilación genital. El ejemplo más claro es el
aborto, derecho negado en decenas de países, controlado o legislado en la
mayoría y convertido en delito en buena parte del mundo. Cada mujer debe tener
el derecho de control sobre su propio cuerpo, su sexualidad y su vida
reproductiva. Cada mujer es capaz de tomar sus propias decisiones.
Así, ante la falta de reconocimiento
de los derechos de las mujeres, se desarrolló
España suscribió
¿DÓNDE ESTÁN LAS MUJERES?
Las feministas se pasaron la década
de los ochenta contando. Ante la igualdad formal y la falta de concordancia
entre ésta y la satisfacción de las mujeres, hubo que ir desenmascarando la
realidad. Y la realidad es demoledora. No hay ámbito en el que las mujeres no
estén infrarrepresentadas.
Las acciones positivas se han
quedado a la puerta de las empresas. Se ha comprobado que la fórmula más eficaz
para expandir el concepto de paridad fuera del ámbito político se ha dado en
aquellos países con organismos que hacen seguimiento de las acciones positivas
con carácter ejecutivo. Es decir, que pueden imponer sanciones o rescindir
contratos a empresa; públicas o privadas que tengan acuerdos con
Supremo fue nombrada en 2002. El
Supremo es el máximo órgano judicial del país, y cuenta con más de sesenta
miembros; de los veinte vocales del Consejo General del poder judicial sólo dos
son mujeres. No hay ninguna mujer presidenta entre los diecisiete Tribunales
Superiores de justicia y sólo tres entre las cincuenta Audiencias
Provinciales, ello pese a que las mujeres representan el 60 % de las últimas
promociones de
En los medios de comunicación la
situación es igual de patética. A fecha de marzo de 2003, las mujeres dirigían
17 diarios de información general de los 157 que se editaban en todo el país,
frente a 140 varones. Las mujeres representaban el 10,8 %. Los cinco diarios de
información económica estaban capitaneados por hombres al igual que los nueve
de información deportiva. En el sector revistas, semanales y mensuales, las
mujeres sumaban el 22,8 % de las direcciones. De un total de 280, estaban
conducidas por hombres 216. En cuanto a las agencias de información general, 46
de las cincuenta estaban encabezadas por hombres y 4 por mujeres, que representaban
el 8 % de los directores. Así, del total de los medios de comunicación escritos,
501, las mujeres conducían 85, lo que supone un 16,9 %.
También las mujeres constituyen más
del 50 % del alumnado universitario pero sólo ocupan el 10 % de las cátedras.
Durante el verano de 2004, Pilar Aguilar realizó un estudio sobre los cursos
de verano de las universidades. Las proporciones era similares para todas. En
Una última propuesta. Para estrenar
las gafas violetas, no sería mala idea preguntarse siempre: ¿Dónde están las
mujeres? Desde
[1] GRAVES, Robert,
Los dos nacimientos de Dionisos,
1964, citado en SAU, Victoria, op. cit, tomo II, pág. 30.
[2] MIYARES,
Alicia, Democracia feminista,
Cátedra, col. Feminismos, Madrid, 2003, págs. 11,14 y 15.
[3] COBO, Rosa, Género, op. cit, págs. 63‑64.
[4] OSBORNE,
Raquel, «Acción positiva», en AMORÓS, Celia (dir.), 10 palabras clave de mujer, op. cit., pág. 297.
[5] Ibídem, págs.
300‑301.
[6] Interviú, n.°
1,467, 7 de junio de 2004, pág. 44.
[7] POSADA, Luisa,
«Pactos entre mujeres», en AMORÓS, Celia (dir.), 10 palabras clave de mujer, op. cit., págs. 336‑338.
[8] AMORÓS, Celia, El nuevo aspecto de la polis, La balsa de la
medusa, n.19‑20 (1991), citado en POSADA, Luisa, op. cit., pág. 348.
[9] POSADA, Luisa,
op. cit., págs. 351‑360.
[10] OSBORNE,
Raquel, «Acción positiva», en AMORÓS, Celia (dir.), 10 palabras clave sobre mujeres, op. cit., pág. 314.
[11] Ver en Anexos,
el texto íntegro de
[12] OSBORNE,
Raquel, op. cit., pig. 314.
[13]Ibídem, pág. 321.
[14] Ibídem, págs.
311‑313.
[15] CRUZ,
Jacqueline y ZECCHi, Bárbara, «Más que evolución, involución: a modo de
prólogo>>, en CRUZ, J. y ZECCHI, B. (eds.), La mujer en