regresar a la página principal
 

         

            Norberto, o “Beto” como le decimos todos en la bola, era el más guapo de todos los integrantes del grupo. Una tarde me pidió que fuera su novia y me sentí muy afortunada. Al principio, cuando nos quedábamos solos, me demostraba cuánto me quería, primero con abrazos, después con besos más apasionados; sus demostraciones efusivas de amor me hacían pensar que yo era la feliz ganadora del corazón del inalcanzable Beto.

            En un principio me sentía confundida por su actitud, porque sólo se acercaba a mí cuando nadie nos veía, y cuando le cuestionaba por qué, respondía dulcemente mientras me acariciaba el rostro: “es que si se enteran los demás van a empezar a hacer chismes y no quiero que tengamos problemas”; yo pensaba que era lógico lo que decía y que era mejor mantener en secreto nuestro amor.

            Un día en una fiesta, aún manteniendo nuestra relación en secreto, comencé a bailar mientras todos me hacían un círculo. Beto se enfureció, me miró fíjamente a los ojos y dijo: “mírenla, si hasta parece que la sacamos de un table dance, ¡claro, de uno muy corriente!”. Lloré toda la noche pensando que no me merecía ese trato, al otro día, cuando le reclamé, me abrazó, y dijo: “perdóname, no supe como reaccionar, es que me muero de celos”; entonces pensé que de alguna manera era lindo que él sintiera celos, porque eso significaba que me quería.